Al inicio de este curso, me encontraba leyendo “Solaris” de
Stanislaw Lem. Allí encontré esta joyita:
“- (…) No soy especialista en historia de las religiones y tal vez no haya inventado nada. ¿Sabes, por
casualidad, si existió alguna vez una fe en un dios... imperfecto?
Snaut frunció las cejas.
- ¿Imperfecto? ¿Qué quieres
decir? En cierto
sentido, todos los dioses eran
imperfectos,
una suma de atributos
humanos magnificados. El Dios del Antiguo
Testamento, por ejemplo,
exigía sumisión y sacrificios, y tenía celos de los otros dioses... Los dioses griegos, de humor
belicoso, enredados en disputas de familia,
eran
tan imperfectos como los hombres.
Lo interrumpí.
- No, no pienso en dioses nacidos del candor de los seres humanos, sino en dioses de una imperfección fundamental, inmanente. Un dios limitado, falible, incapaz de prever las
consecuencias de un acto, creador de fenómenos que provocan
horror. Es un dios... enfermo, de una ambición superior a sus propias fuerzas, y él no lo sabe. Un dios que ha creado relojes, pero no el tiempo que ellos miden. Ha creado sistemas o
mecanismos, con fines específicos, que han sido traicionados. Ha creado la eternidad, que sería la medida de un poder infinito, y que mide sólo una infinita derrota.
Snaut titubeó, pero ya no me mostraba esa desconfiada reserva de los últimos
tiempos.
- El maniqueísmo, antaño...
Lo interrumpí.
- Ninguna relación con el principio
del Bien y del Mal. Este dios no existe fuera de la
materia, quisiera librarse de la materia, pero no puede...
Snaut reflexionó
un instante.
- No conozco ninguna religión de ese tipo. Esta especie de religión nunca fue... necesaria. Si te comprendo, y temo haberte comprendido, piensas en un dios evolutivo,
que se desarrolla en el tiempo, crece, y es cada vez más poderoso, aunque sabe también que no tiene bastante poder. Para tu dios, la condición divina no tiene salida;
y habiendo comprendido esa situación, se desespera. Sí, pero el dios desesperado ¿no
es el hombre, mi querido Kelvin? Es del hombre de quien me hablas… Tu dios no es
sólo
una falacia filosófica, sino también una falacia mística.
- No, no se trata del hombre —insistí—. Es posible que en ciertos aspectos el hombre se acomode a esta definición provisional, y también deficiente. El hombre, a pesar de las apariencias, no inventa metas. El tiempo, la época, se las imponen. El hombre puede someterse a una época o sublevarse; pero el objeto aceptado o
rechazado le viene siempre del exterior. Si sólo hubiese un hombre, quizá pudiera tratar de inventarse una meta; sin embargo, el hombre que no ha sido educado
entre otros seres humanos
no llega a convertirse en hombre. Y el ser que yo... que yo concibo.. . no puede existir en plural ¿comprendes? (…)”
Dios es una proyección del deseo.
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