El
contenido central de la obra es el “materialismo
dialéctico”, es
decir, la defensa de una posición práctica
–y no sólo teórico-especulativa- de la acción del hombre sobre
la Historia.
Feuerbach
representa la postura
hegeliana
-en la que es el Espíritu (absoluto) el que realiza el cambio de
rumbo de la Historia- a través del “sentimiento
religioso”,
que posee un individuo abstracto, olvidando que ese sentimiento, como
cualquier otro, no es más que un producto social concreto, en unas
circunstancias concretas. En opinión de Marx, ese planteamiento
abstracto arrebata al sujeto la capacidad de actuar y, por tanto, la
libertad, sumiéndolo en una nihilización
de su verdadero yo, alienándolo:
el hombre se realiza mediante su trabajo...
En
definitiva, la de Feuerbach
es una explicación interesada, en la que la verdad
objetiva se sitúa más allá
de las condiciones materiales –operación típica de la
filosofía/metafísica-, es decir, más allá del
sujeto histórico.
Con
Marx,
el
hombre se hace dueño de la Historia…a
través de la revolución
propiciada por la conciencia de clase.
Finalmente,
se apunta la receta: dejar
de interpretar el mundo para empezar a transformarlo…
Hay quienes siguen preguntándose ¿para cuándo la duodécima
tesis en la que se señale cómo hacer este cambio?
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