El
texto, EL GAY SABER resume
su pensamiento vitalista, que, como los goliardos, fue un canto a la vida
mundana frente a la meafísica “metamundana”. Su estructura aforística, contiene
sin embargo un hilo narrativo de fondo.
El gay
saber (‘la ciencia alegre’), que también ha sido editado con el título La gaya
ciencia, está formado por cinco libros y un epílogo poético. Los cuatro
primeros vieron la luz en 1882. Cinco años después, cuando las intuiciones de
Nietzsche, tales como la crítica de la metafísica occidental o la afirmación de
lo real como voluntad de poder, estaban ya desarrolladas en otros textos, se
hizo una segunda edición, que incorporaba el quinto libro, que arranca con la
noticia de la muerte de Dios y se sitúa en el corazón de ese «pensamiento del
mediodía», cuya razón de ser es destruir la vieja metafísica platónica, con
todas sus secuelas, tales como la moral cristiana o la filosofía optimista y
progresista de Rousseau y Hegel. Pero no se trata sólo de destruir los errores
de la falsa cultura, sino de despejar el camino para edificar el nuevo pensamiento
que Nietzsche concibe como una transvaloración de todos los valores. No Dios,
sino la vida con su inocencia y poder constituye el fundamento de todo cuanto
hay.
Dios es
la realidad-valor que funciona como fundamento metafísico de la cultura
occidental, y sus más evidentes manifestaciones son el desdoblamiento platónico
de mundos o la moral cristiana del sacrificio y la renuncia. Su muerte
significa el fin de una fe cultural, de una forma de interpretar lo real y de
vivir de acuerdo a ella. Termina una época y comienza otra caracterizada por el
surgimiento del nihilismo.
El
significado que tiene el término nihilismo en la obra nietzscheana es
complejo y ambivalente. Por un lado denota, de acuerdo con su etimología, un
amplio conjunto de fenómenos culturales puramente negativos como las religiones
monoteístas o el platonismo de los dos mundos, que pone los valores
trascendentes de la cultura –Bien, Verdad, Belleza– en el mundo inmutable
ordenado y eterno de las ideas, desprestigiando así todo lo mudable y
perecedero de las cosas terrenales, o los proyectos políticos ilustrados de
emancipación inspirados en la revolución francesa. Ni la voluntad de verdad de
la ciencia moderna está libre de sospecha. Pero la destrucción de los
errores en los que ha vivido hasta ahora el individuo europeo no es sólo un
motivo de preocupación y angustia; sino también, de alegría y esperanza. La
muerte de Dios es el suceso que libera el horizonte y proporciona al ser humano
la ocasión para la creación y el experimento. Este es el lado activo del
nihilismo. La destrucción de los viejos valores no significa la desaparición de
todo valor, sino el hundimiento de los falsos valores.
Primeros epígrafes:
§ 343. Lo que va junto con nuestro buen humor
«Dios» es la cifra de todo fundamento, de todo valor, del
orden cultural e histórico que ahora entra en crisis. Nietzsche rechaza la
concepción tradicional de la verdad. No hay verdades unívocas, sino
interpretaciones abiertas, perspectivas sobre las cosas.
§ 344. En qué medida somos piadosos nosotros también
El proceso de crítica que ha conducido al estado de la
muerte de Dios ha sido el positivismo, la Ilustración; en suma, la ciencia
moderna. La verdad científica, al moverse en la abstracción de las leyes
generales, también es sospechosa porque presenta la vida como apariencia
y engaño. La ciencia parte de una creencia no examinada críticamente sometida a
prueba: la fe incondicional en que la verdad es lo más valioso. De ahí que
Nietzsche le extienda un certificado de sospecha: la ciencia es también
una «fe metafísica» que no escapa al idealismo platónico.
§ 345. La moral como problema
En paralelo con el párrafo anterior, Nietzsche examina
aquí el nivel crítico a que ha llegado la filosofía en el uso práctico de la
razón, esto es, en moral. Nadie se ha planteado la génesis de las valoraciones
morales, así como el origen y el valor del mandato “tú debes”.
§ 346. Nuestro interrogante
§ 346. Nuestro interrogante
El «humanismo» moderno incurre en el mismo juego de restarle valor a la
vida al separar y oponer hombre y mundo (giro copernicano de Kant), para
convertir al hombre «en el principio “que niega-el-mundo”».
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