miércoles, 14 de enero de 2015

Introducción al "Protágoras" de Platón



Comentario al diálogo Protágoras

Resumen:

Sócrates marcha con su amigo Hipócrates para presentarle a Protágoras. Mientras llegan a la casa donde se aloja, Sócrates advierte a su amigo de las consecuencias que tiene ponerse en manos de un sofista.

Ya junto a Protágoras, Hipócrates pasa a un segundo plano y Sócrates inicia una conversación con el sofista acerca de sus pretensiones hacia sus discípulos ¿qué les pretende enseñar? El arte práctico de la política.

Sócrates pone en marcha la polémica preguntando (mayéutica) si tal virtud puede ser enseñada como se enseñan otras técnicas como la de hacer barcos.

Protágoras responde haciendo alusión al conocido mito de Prometeo: éste roba el fuego a los dioses para dotar a los hombres de la capacidad técnica para enfrentarse a la naturaleza hostil; con ella ya estarán preparados para aplicarla, atendiendo a las virtudes ciudadanas que hayan adquirido a través de la educación, para la que cualquier ciudadano está capacitado (lo cual en Atenas se expresa en la democracia directa).

Sócrates entonces le interroga sobre si las virtudes son particulares o todas pertenecen a una única virtud (¿existe una definición absoluta de virtud?). Protágoras responde que son como las partes de un rostro: son diferentes pero pertenecen a un todo. Sócrates continúa estableciendo parejas de virtudes: la justicia y la piedad, y la sabiduría y la sensatez, para finalmente emparejar la justicia con la sensatez (Sócrates está llevando al sofista a su terreno: el intelectualismo ético, en virtud del cual no todos los ciudadanos pueden desarrollar la virtud porque es algo natural). Sócrates pregunta: ¿lo virtuoso es lo útil para la sociedad…o depende del conocimiento de lo que ES virtud? Protágoras, desde luego, aplica el concepto de relatividad del bien y Sócrates apela a la brevedad en las respuestas (la retórica embauca con palabras / la ciencia es analítica y precisa en sus definiciones).

Inician una exégesis moral de un poema de Simónides -práctica habitual entre los sofistas- lo que aprovecha Sócrates para parodiar la práctica retórica elaborando un largo discurso que termina distorsionando el significado del poema.

Volviendo al problema de las virtudes, Protágoras reconoce en el valor una virtud atípica porque en ocasiones va acompañada de vicios; lo que aprovecha de nuevo Sócrates para reafirmarse en su teoría: el valor es virtuoso cuando va acompañado de sabiduría. Por tanto, el conocimiento del bien y del mal es garantía suficiente para que la acción sea virtuosa, al margen del tipo de acción de que se trate. De esta manera, ambos acuerdan que será necesario hacer balance del placer que se consigue con esa acción antes de llevarla a cabo, es decir, aplicar la ciencia a priori. 

En conclusión y volviendo al inicio, Sócrates, que ponía “en duda” que la virtud pudiera enseñarse, apuesta por la ciencia de la virtud ¡que desde luego se puede enseñar!, mientras que Protágoras, que iniciaba el diálogo ofreciéndose como maestro de la virtud, duda ahora sobre si ésta debe ser identificada con el saber…

Sócrates victorioso concluye que entonces antes habrá que saber qué es la virtud, para después determinar cómo se adquiere (diálogo aporético pero en el que sin embargo se avanza mucho).
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Se trata de un diálogo de transición, todavía aporético y que se plantea como un ejercicio de retórica, repleta de falacias, ironías y buen estilo literario. Se podría ver en él una lucha dialéctica entre el estilo mayéutico, propio de la filosofía, y la persuasión sofística; en lugar de enfrentarse dos personajes (como es lo habitual en otros diálogos) Platón enfrenta dos estilos de pensamiento en torno al concepto de virtud.

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