Comentario
al diálogo Protágoras
Resumen:
Sócrates
marcha con su amigo Hipócrates para presentarle a Protágoras. Mientras llegan a
la casa donde se aloja, Sócrates advierte a su amigo de las consecuencias que
tiene ponerse en manos de un sofista.
Ya
junto a Protágoras, Hipócrates pasa a un segundo plano y Sócrates inicia una
conversación con el sofista acerca de sus pretensiones hacia sus discípulos
¿qué les pretende enseñar? El arte práctico de la política.
Sócrates
pone en marcha la polémica preguntando (mayéutica) si tal virtud puede
ser enseñada como se enseñan otras técnicas como la de hacer barcos.
Protágoras
responde haciendo alusión al conocido mito de Prometeo: éste roba el fuego a
los dioses para dotar a los hombres de la capacidad técnica para enfrentarse a
la naturaleza hostil; con ella ya estarán preparados para aplicarla, atendiendo
a las virtudes ciudadanas que hayan adquirido a través de la educación, para la
que cualquier ciudadano está capacitado (lo cual en Atenas se expresa en la
democracia directa).
Sócrates
entonces le interroga sobre si las virtudes son particulares o todas pertenecen
a una única virtud (¿existe una definición absoluta de virtud?).
Protágoras responde que son como las partes de un rostro: son diferentes pero
pertenecen a un todo. Sócrates continúa estableciendo parejas de virtudes: la
justicia y la piedad, y la sabiduría y la sensatez, para finalmente emparejar
la justicia con la sensatez (Sócrates está llevando al sofista a su terreno:
el intelectualismo ético, en virtud del cual no todos los ciudadanos pueden
desarrollar la virtud porque es algo natural). Sócrates pregunta: ¿lo
virtuoso es lo útil para la sociedad…o depende del conocimiento de lo que ES
virtud? Protágoras, desde luego, aplica el concepto de relatividad del bien y
Sócrates apela a la brevedad en las respuestas (la retórica embauca con
palabras / la ciencia es analítica y precisa en sus definiciones).
Inician
una exégesis moral de un poema de Simónides -práctica habitual entre los
sofistas- lo que aprovecha Sócrates para parodiar la práctica retórica
elaborando un largo discurso que termina distorsionando el significado
del poema.
Volviendo
al problema de las virtudes, Protágoras reconoce en el valor una virtud atípica
porque en ocasiones va acompañada de vicios; lo que aprovecha de nuevo Sócrates
para reafirmarse en su teoría: el valor es virtuoso cuando va acompañado de
sabiduría. Por tanto, el conocimiento del bien y del mal es garantía suficiente
para que la acción sea virtuosa, al margen del tipo de acción de que se trate.
De esta manera, ambos acuerdan que será necesario hacer balance del placer que
se consigue con esa acción antes de llevarla a cabo, es decir, aplicar la ciencia
a priori.
En
conclusión y volviendo al inicio, Sócrates, que ponía “en duda” que la virtud
pudiera enseñarse, apuesta por la ciencia de la virtud ¡que desde luego se
puede enseñar!, mientras que Protágoras, que iniciaba el diálogo ofreciéndose
como maestro de la virtud, duda ahora sobre si ésta debe ser identificada con
el saber…
Sócrates
victorioso concluye que entonces antes habrá que saber qué es la virtud, para
después determinar cómo se adquiere (diálogo aporético pero en el que sin
embargo se avanza mucho).
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