En este texto (El porvenir de una ilusión) de 1927, Freud pone a la civilización/cultura
en el diván.
Analiza nuestras neurosis
colectivas
como grupo, que se manifiestan de modo paralelo a nuestras propias
neurosis individuales. Ciertas manifestaciones culturales –en
especial, la religión- aparecen como síntomas de esta patología,
que ha de ser analizada.
El propio
título de la obra ya da una pista sobre el planteamiento que va a
seguir: el POR-VENIR
sugiere un modelo temporal según la linealidad moderna y presenta la
“ilusión” a la manera de la parousía
cristiana, el anuncio de un nuevo “mesías laico”; la ilusión es
la religión, que debe ser sustituida por la ciencia, que no lo es.
Esta misma linealidad temporal se percibe en el Prefacio: estamos
limitados en nuestra predicción del futuro
por cómo percibimos el presente
y lo poco que sabemos acerca del pasado.
A partir de
este marco general, Freud presenta al paciente, la
civilización/cultura
humana, bajo dos aspectos complementarios:
- el primero es la técnica que utilizamos para controlar la Naturaleza hostil y obtener los bienes necesarios de ella;
- el segundo son las organizaciones de poder que controlan las relaciones con los demás y la distribución de dichos bienes.
La
cultura/civilización ha de ser defendida contra los individuos que
se muestran generalmente hostiles y limitados: existe una falta de
amor al trabajo y a la cultura, y una imposibilidad generalizada de
renunciar a la satisfacción de los instintos. Se ha avanzado mucho
en la técnica (primer aspecto) pero muy poco en las organizaciones
de poder (segundo aspecto). Para llevar a cabo esta defensa de la
civilización/cultura la clave,
entonces, no
es la economía sino la psicología
(las
experiencias de la primera infancia son cruciales porque forman a los
niños para amar a la civilización).
Una regulación
social (es decir, una moral o una ley) es una prohibición, una forma
de represión interna de los instintos por parte del SUPER-YO
colectivo. Los resultados de los impulsos insatisfechos por las
prohibiciones son las frustraciones. A través de generaciones de
condicionamientos externos, las prohibiciones son internalizadas y
forman
el superyó colectivo (Leviathán).
Esto
proporciona un cierto grado de estabilidad a la civilización,
aunque las revueltas de clase pueden ser creadas por las
prohibiciones que limitan excesivamente a las clases o naciones más
desfavorecidas.
Las
manifestaciones artísticas pueden también satisfacer los instintos
narcisistas individuales y colectivos, por una forma de
identificación espiritual (de sublimación).
Ahora bien,
el aspecto más importante sin duda de la psicología colectiva de
una cultura son sus ilusiones religiosas.
Desde una interpretación hobbesiana, Freud entiende que la
civilización es necesaria para protegernos de los demás y de una
naturaleza cruel, que ocasiona
daños constantemente. En un
intento de aliviar
nuestra ansiedad, le hemos atribuido características
humanas a esa parte de la naturaleza que no podemos controlar.
Freud propone una analogía entre el proceso de maduración del niño,
que teme a la figura del padre, quien además le protege, y la
Naturaleza humanizada por nuestra civilización, que nos reprime y
nos protege a través de las divinidades. Nuestros primeros
dioses
fueron animales,
pero rápidamente los cambiamos por dioses-madre
(como la figura de la madre es el primer amor para nosotros como
niños); eventualmente, los cambiamos por padre-dioses,
y luego por un padre-dios
(monoteísmo),
como la figura del padre pronto se demuestra más fuerte que la
figura de la madre en la infancia.
Las funciones
que se le atribuyen a la divinidad
son:
- espantar los temores hacia la Naturaleza;
- marcar nuestro destino y reconciliarnos con él;
- compensarnos de nuestros dolores, privaciones y frustraciones.
Ahora bien,
analizada la doble vertiente explicativa de la religión:
el “creo porque es absurdo” (Tertuliano) y el creo “como si…”
(alegorías joánicas), la conclusión es que se trata de un
planteamiento irracional;
en ningún caso son conclusiones del pensamiento (tampoco provienen
de la experiencia sensorial) y de ahí que se nos presenten como
dogmas, es decir, son ILUSIONES
=
realizaciones de los deseos.
Freud sostiene que esta afirmación no parte de un planteamiento ateo
a priori, es decir, del deseo de desacreditar a Dios, sino más bien
es el resultado de la aplicación
de un método neutral, científico (psicoanalítico) de observar el
fenómeno religioso.
Finalmente
diagnostica
que la religión es una neurosis
obsesiva de la colectividad humana
(que, como la del niño, proviene del complejo de Edipo). Abandonarla
supone el mismo momento fatal del crecimiento/maduración…pero ha
llegado el momento “civilizatorio” de matar al Padre Dios.
El tratamiento
que Freud propone para el paciente/creyente
es el mismo que propone para el niño: no ocultarle la verdad
racional pero írsela desvelando paulatinamente; en otras palabras,
la civilización
irá sustituyendo la religión por la ciencia
(Si las prohibiciones son entendidas como procedentes de los hombres,
podrían ser mejoradas más fácilmente que si proceden de lo
divino).
Conclusión:
alegato final a favor del “dios
logos”
(la diosa Alétheia). La ciencia,
aunque en ocasiones falle en sus remedios ante las hostilidades de la
Naturaleza, sigue progresando
y, por tanto, no
es una mera ILUSIÓN;
lo sería si pretendiera llegar a donde no puede acceder, si se
extralimitara. Finalmente –como veíamos al inicio- Freud
anuncia la llegada de un nuevo Salvador = la ciencia (entre las que
se halla la ciencia psicoanalítica).
Como con Marx,
se pasa de la sospecha
de una ilusión
religiosa
a la culminación
del ideal científico/positivista de la modernidad
(Nietzsche dirá: “de nada habrá servido matar a Dios, si aún
seguimos creyendo en la gramática”…)
El método cientifico aplicado a los seres humanos es brutalidad y genocidio.
ResponderEliminarLa edad contemporanea es la era del cientifico bestia con apariencia humana.