Sigmund
Freud nació en 1856 en Freiberg, Moravia (República Checa) en el
seno de una familia judía. Fue el mayor (Sigi = “mi niño dorado”)
de seis hermanos (cinco niñas y un niño). Tenía además dos
hermanastros de un matrimonio anterior de su padre. En 1860, cuando
contaba con tres años de edad, su familia se trasladó a Viena,
esperando el padre recobrar la prosperidad perdida en su negocio de
lanas.
Pese
a que su familia no contaba con grandes recursos económicos, sus
padres se esforzaron para que obtuviera una buena educación y a los
17 años ingresó en la Universidad de Viena como estudiante de
medicina, en un ambiente de antisemitismo creciente. En 1877, abrevió
su nombre de Sigismund Schlomo Freud a Sigmund Freud. Estudiante poco
convencional pero brillante, fue asistente del profesor E. Brücke en
el Instituto de Fisiología, donde conoció al que sería su
colaborador Joseph Breuer. En 1881 se graduó como doctor en
medicina. Entre 1883 y 1884 hizo una investigación de los usos
clínicos de la cocaína. En 1886, Freud se casó con Martha Bernays
y abrió una clínica privada especializada en desórdenes nerviosos.
Comenzó su práctica para tratar la histeria
(con la que se había familiarizado gracias a Jean-Martin Charcot, en
París) y la neurosis utilizando la
hipnosis y el método catártico
de su colaborador Josef Breuer, que tan sorprendentes resultados
había obtenido con Bertha Pappenheim (Anna
O.), para
posteriormente abandonar ambas en favor de la asociación
libre, desarrollada
por él entre los años 1895 y 1900 impulsado por las experiencias
con sus pacientes histéricas. Freud notó que podía aliviar sus
síntomas animándolas a que verbalizaran
sin censura cualquier ocurrencia que pasara por su mente.
En
1900 se publicó la que es considerada su obra más importante e
influyente, La
Interpretación de los Sueños,
inaugurando una nueva disciplina y modo de entender al hombre, el
psicoanálisis.
Tras algunos años de aislamiento personal y profesional debido a la
incomprensión e indignación que en general sus ideas provocaron,
comenzó a formarse un grupo de adeptos en torno a él, el germen del
futuro movimiento psicoanalítico. Sus ideas empezaron a interesar
cada vez más al gran público y se fueron divulgando pese a la gran
resistencia que suscitaban. El reconocimiento internacional le llegó
en 1910 cuando la Universidad de Clark le invitó a dar una serie de
conferencias para divulgar sus ideas en los Estados Unidos. Por esta
época ya había sufrido Freud su primera disensión importante, la
de Alfred Adler, y estaba en gestación la que en 1914 protagonizaría
Carl Gustav Jung, que amenazó con desestabilizar todo el edificio
psicoanalítico.
Freud fue un fumador impenitente y en 1923 le fue diagnosticado un cáncer de mandíbula por el cual fue operado 33 veces hasta la fecha de su muerte. Su enfermedad, aparte de provocarle un gran sufrimiento y una gran incapacidad, le obligó a usar una prótesis de mandíbula que él llamaba “el monstruo”. Aún así, Freud siguió trabajando y publicando libros (entre los de este periodo, se encuentra El porvenir de una ilusión) incansablemente como representante principal del psicoanálisis y nunca abandonó Viena. Sin embargo, en 1938, tras la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi, Freud, en su condición de judío y fundador de la escuela psicoanalítica, fue considerado enemigo del Tercer Reich. Sus libros fueron quemados públicamente y tanto él como su familia sufrieron un intenso acoso. Reacio, se vio obligado a escapar de la ciudad al quedar claro el peligro que corría su vida (sus hermanas fueron apresadas y murieron en campos de concentración). Gracias a la intervención in extremis de Marie Bonaparte y Ernest Jones consiguió refugiarse en Londres. Al cruzar la frontera alemana se le exigió que firmara una declaración donde se aseguraba que había sido tratado con respeto por el régimen nazi. Sarcásticamente escribió: “Recomiendo calurosamente la Gestapo a cualquiera”.
En
1939, incapaz de soportar el dolor que le producía el cáncer que
padecía en la boca pidió a su médico personal que acabara con su
sufrimiento. Freud murió después de serle suministrada una
inyección de morfina.
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