EL
CONCEPTO DE “TRASCENDENTAL”:
Un
poco de historia:
- En su acepción filosófica, trascendental viene a significar, de un modo general, "lo que trasciende", en el sentido de "lo que está más allá" de alguna realidad, considerada metafísica o gnoseológicamente.
- En la filosofía escolástica, el término se emplea para referirse a alguna propiedad del "ser en cuanto ser", propiedad que, al pertenecer al ser en su máximo grado de generalidad, y no a éste o a aquél ente particular, recibe el nombre de trascendental (propiedades trascendentales).
- En la filosofía moderna, el término experimenta un importante cambio en su significado, a través especialmente del uso que hace Kant de él. En Kant, lo trascendental será asimilado al conocimiento que se ocupa, no del conocimiento de los objetos, sino del modo de conocer a los objetos en cuanto esto es posible "a priori". Lo trascendental deja de designar, pues, una propiedad del "ser en cuanto ser" (a la manera escolástica) para pasar a designar la reflexión sobre los elementos "a priori" del conocimiento humano, es decir espacio y tiempo y las categorías (que también había utilizado Aristóteles, aunque de modo no “apriorístico” y, en todo caso, como un listado abierto). Kant distingue dos tipos de condiciones que se han de cumplir para que podamos experimentar un objeto: las condiciones empíricas y las condiciones a priori o trascendentales. Las condiciones empíricas dependen de la estructura empírica del sujeto –su circunstancia física y psicológica– y son particulares y contingentes. Por ejemplo, para ver las letras escritas en la pizarra algunas personas necesitan utilizar gafas, este requisito o condición es empírico pues no todo el mundo las precisa, y en el caso de las personas que las utilizan es perfectamente pensable una situación que les permita no necesitarlas –por ejemplo, una intervención médica que les ayude a corregir su dificultad visual. Frente a estas condiciones Kant creyó que existen otras, a las que llamó trascendentales, y que no dependen de las circunstancias o peculiaridades empíricas del sujeto sino que descansan en la estructura misma de la mente. Estas condiciones son universales y necesarias y no pueden dejar de darse ni modificarse ni con el desarrollo de la técnica ni con el avance de la ciencia. Estas condiciones son las formas a priori de la Sensibilidad (espacio y tiempo) y las categorías del Entendimiento. Esto da pie a la posibilidad de un conocimiento trascendental.
- No se debe confundir trascendental con trascendente: trascendente es lo que no es fenómeno, lo que está más allá de la experiencia empírica: Dios, alma y mundo (lo que Kant llama noúmenos, sobre los que podemos pensar pero nunca tener conocimientos… el empeño de la metafísica a lo largo de la historia de llegar a CONOCERLOS es lo que ha provocado que la filosofía haya sido un “continuo campo de batalla”, frente a la ciencia, que no para de progresar).
- Husserl (s. XIX-XX): plantea su modelo fenomenológico retomando este modelo kantiano; el objeto no es conocido por el sujeto sino que el sujeto es el que define al objeto desde su perspectiva, aplicando la epoché…
- Ricoeur (s. XX): hará lo propio desde la hermenéutica; el objeto textual es definido por la determinación del sujeto cognoscente que lo interpreta, pero no de un modo arbitrario sino según una lógica trascendental (no sujeta a condiciones particulares).
Y ¿por qué
es tan influyente este cambio de modelo explicativo que propone Kant? Él
afirmaba haber “despertado del sueño dogmático de la razón” tras la aceptación
de la crítica de Hume al principio
causalidad. A partir de ese momento estableció
el “giro copernicano” de la filosofía: el objeto no es conocido por el
sujeto sino que el sujeto es el que define al objeto, lo nombra a través de las
categorías (primacía de la Razón universal…).
Para
la filosofía moderna, el conocimiento de hechos está fundado en la relación
causa-efecto. Esta relación se ha interpretado tradicionalmente bajo la noción
del principio de causalidad. Según Hume, la relación causal se ha
concebido como una "conexión necesaria" entre la causa y el efecto,
de tal modo que, conocida la causa, la razón puede deducir el efecto que se
seguirá y viceversa. Ahora bien, como quiera que una idea será verdadera si hay
una impresión que le corresponde, cabría preguntarse si hay alguna impresión
que corresponda a la idea de "conexión necesaria" y, por lo tanto, si
es legítimo su uso, o es una idea falsa a la que no corresponde ninguna
impresión.
Por
ejemplo, en el choque de dos bolas de billar, nos dice Hume, observamos el
movimiento de la primera bola y su impacto (causa) sobre la segunda, que se
pone en movimiento (efecto); en ambos casos, tanto a la causa como al efecto
les corresponde una impresión, siendo verdaderas dichas ideas. Estamos
convencidos de que si la primera bola impacta con la segunda, ésta se
desplazará supuesta la "conexión necesaria" entre la causa y el
efecto. Pero ¿hay alguna impresión que le corresponda a esta idea de
"conexión necesaria"? No, dice Hume; lo único que observamos es la
sucesión entre el movimiento de la primera bola y el movimiento de la segunda;
de lo único que tenemos impresión es de la idea de sucesión, pero por ninguna
parte aparece una impresión que corresponda a la idea de "conexión
necesaria", por lo que hemos de concluir que la idea de que existe una
"conexión necesaria" entre la causa y el efecto es una idea falsa. El
hábito (la costumbre) de haber observado siempre que los dos fenómenos
se producen uno a continuación del otro, produce en nosotros el convencimiento
de que esa sucesión es necesaria. Por tanto, dado que la idea de "conexión
necesaria" ha resultado ser una idea falsa, el pensamiento de Hume
concluye en una forma de escepticismo teórico.
Kant, en líneas generales, está de acuerdo con el análisis humeano del
conocimiento: en la idea de que “todo nuestro conocimiento comienza con la
experiencia” y las razonables dudas que de ello se desprenden para un
conocimiento cierto de la realidad. Para Kant, sin embargo, la conclusión
escéptica era precipitada porque pasaba por alto una segunda crítica: la idea
de que conocemos (si hay posibilidad de conocer) las cosas tal como son, es
decir, que nuestra mente se
adapta a las cosas que conoce, y conocer consiste en moldear nuestra mente
según las cosas conocidas. Si aceptamos esto, el escepticismo humeano parece
inevitable. Ahora bien, según Kant, no conocemos las cosas tal y como son en sí
mismas, sino que de las cosas sólo conocemos aquello que ponemos en ellas; y
nuestro conocimiento se limita al orden fenoménico y no al nouménico (Dios, alma y mundo). Dicho en
otras palabras, ya no es la realidad quien impone sus esquemas a la mente, sino
la mente quien impone sus esquemas a la realidad.
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