Me dio la impresión que en el debate de la última sesión se suscitaron ciertas dudas sobre la capacidad que
tiene el lenguaje para comunicarnos y sobre los problemas que nos supone la
lengua para expresarnos. Más de uno, entre ellos yo, ha sentido en algún
momento que es incapaz de hacerse entender por el otro a pesar de que lo
intente y lo intente con insistencia. Podríamos decir entonces, ya que andamos
enredados en la intriga, que el lenguaje también esté bajo sospecha.
Se me ocurre, que quizá sería útil, echar un vistazo a las teorías lingüísticas que han recapacitado sobre estos
asuntos.
Al concepto lenguaje le han llovido multitud de definiciones que lejos de crear
una unidad de criterio han favorecido a la ambigüedad y casi a la polisemia del
término. Como es imposible recoger todas las definiciones se han marcado dos
líneas generales de estudio:
- Lenguaje como un sistema de
signos. Estructuralistas y generativistas, preocupados sólo por describir el
código.
- Lenguaje desde una dimensión
comunicativa. La Lingüística del Texto y la Pragmática.
Sobre el concepto comunicación también se han vertido multitud
de definiciones. El psicoanalista Juan Mayor llega a contabilizar más de ciento
ochenta.
La Teoría General de la
Comunicación la define como la transmisión de información entre un emisor A y
un receptor B a través de un medio C. Esta definición se queda corta si no tenemos
en cuenta conceptos como codificación/ostensión y decodificación/inferencia.
Cuando un emisor codifica un mensaje a la vez está mostrando un referente
(ostensión) que el receptor en el proceso de decodificación lo infiere, es
decir, de todos los significados posibles escoge uno.
. La lingüística como ciencia
nace en el siglo XIX en Alemania de mano de la Lingüística Indoeuropea
Comparada de corte romántico-positivista que se interesa por un estudio
diacrónico en el campo de la morfología. Hijos de esta escuela serán los Neogramáticos
que siguen la misma línea de estudio que sus profesores.
Como respuesta a esta vertiente
de estudio surge la Escuela Idealista de Croce Y Vossler que defienden la
naturaleza alógica del lenguaje y lo entienden como algo casi mágico.
Por otro lado Meillet reflexiona
sobre el carácter social de la lengua.
. En el siglo XX aparecerá el
Estructuralismo, cuyo principal representante en la lingüística será Saussure,
que en su Curso de lingüística comparada
de corte descriptivo, sincrónico y formalista recoge conceptos tales como el signo lingüístico, lengua (sistema de signos) y habla
(la parte social de la lengua, el uso), diacronía, sincronía…
Otro estructuralista como el
norteamericano Bloomfield afirma que lo único que podemos estudiar es el
proceso de ida y vuelta, el estímulo y la respuesta, pero que lo que pase en el
pensamiento de los hablantes es imposible averiguarlo.
El filósofo y lingüista Bühler
definirá la lengua como un órgano constituido por producto y actividad, un
drama de tres personajes:
·
Representación,
respecto al mundo.
·
Expresión,
respecto al yo.
·
Apelación,
respecto al tú.
Heredero de Karl Bühler será Jakobson
cuando elabore el cuadro de la funciones del lenguaje:
·
La
función representativa es la capacidad que tiene el lenguaje de mostrar la
realidad. Ligada al modo indicativo de la lengua, al significado denotativo y
las oraciones enunciativas. (El contexto).
·
La
función expresiva es la capacidad que tiene el lenguaje de transmitir
sentimientos y emociones. Ligada al modo subjuntivo de los verbos, al
significado connotativo y las oraciones exclamativas, dubitativas,
desiderativa. (El emisor).
·
La
función apelativa o conativa es la capacidad que tiene el lenguaje de influir
en el receptor. Ligada al modo imperativo de los verbos y a las oraciones
exhortativas. (El receptor).
·
La
función poética es la capacidad que tiene el lenguaje de crear un mensaje
estético. (El mensaje).
·
La
función fática es la capacidad que tiene el lenguaje para mantener la
atención y que no se rompa el canal de comunicación. (El Canal)
·
La
función metalingüística es la capacidad que tiene el lenguaje para
reflexionar sobre el propio código. (El código).
Como se puede observar, hasta
este momento las grandes corrientes lingüísticas habían ignorado la semántica y
se habían centrado en hacer un estudio del lenguaje que clasificara y
organizara el sistema de signos.
En el siglo XX, la Filosofía del
Lenguaje y especialmente la Escuela de Oxford culpan a la palabra de haber
introducido a la filosofía en un camino sin retorno llenándola de ambigüedad.
Morris en 1938 recuperará el
término pragmática para mantener que
el lenguaje está formado por tres componentes:
·
Componente
sintáctico.
·
Componente
semántico.
·
Componente
pragmático. (Por primera vez se abre una puerta para estudiar el lenguaje
como actividad, la comunicación como acto, es decir, la posibilidad del
hablante de actuar cuando emite mensajes).
Austen (filósofo norteamericano)
junto a Searle elaboran la teoría de los
actos de habla y serán los principales representantes de la Pragmática.
Para ellos en cada enunciado aparecen simultáneamente tres tipos de actos de
habla:
·
Acto
locutivo o capacidad del hablante de representar el mundo.
·
Acto
ilocutivo o capacidad del hablante de expresar sus sentimientos.
·
Acto perlocutivo o capacidad del hablante
de influir en el mundo, en los demás.
En Europa, casi simultáneamente,
surge la Lingüística del Texto, cuyo principales representantes serán Vigostky
y Luria, preocupados también por la
dimensión comunicativa del lenguaje, y realizan la Teoría de la Actividad Verbal, influida por Bühler. Para estos la
comunicación es actividad y como cualquier actividad puede regirse por unas
reglas:
·
Motivaión,
que en el cato verbal será la intención del hablante.
·
Finalidad,
que en el acto verbal será el objetivo que persiga el hablante.
·
Planificación,
que en el acto verbal será la selección de la s palabras.
·
Realización,
que será el acto verbal en sí.
Dejando a un lado la Lingüística
y ya para concluir con este vistazo rápido y muy resumido en el que se han
quedado algunas corrientes por el camino como el generativismo de Chomsky,
quisiera recoger algunas de las propiedades que presentan los textos literarios
en su conjunto: opacos, polisémicos, abiertos a diferentes interpretaciones, únicos, necesarios, subjetivos y connotativos.
A este enorme esfuerzo de Raquel por sintetizar el desarrollo de las teorías lingüísticas (¡gracias!), me voy a atrever a añadir un par de nombres de pragmatistas angloamericanos recientemente fallecidos:
ResponderEliminarGRICE: propone el PRINCIPIO (no normativo sino descriptivo...aunque puede conllevar sanción social a quien no lo respete) COOPERATIVO GENERAL EN LA CONVERSACIÓN, atendiendo a lo que Gorgias llamaba el kairós (el contexto y la cultura). Este principio se objetiva en ciertas MÁXIMAS CONVERSACIONALES: de cantidad (dar la información precisa, ni más ni menos), de calidad (aportar información no falsa y probada), de relación (transmitir sólo datos relevantes) y de modo (usar expresiones claras, breves, precisas y ordenadas).
DAVIDSON: añade el PRINCIPIO DE CARIDAD (también con una doble dimensión ética y lógica), que señala que el receptor del mensaje DEBE suplir las carencias del emisor, INTERPRETANDO la información en el mejor sentido posible...
¿Puede ser que el lenguaje sirva para la incomunicación?
ResponderEliminarEste vez voy a tener que darte la razón...y además te voy a robar el papel, Ricardo, y voy a ponerme en plan pesimista: ¡desde luego que sí! No sólo creo que el lenguaje sirve para la incomunicación sino que además ¡es la única herramienta que tenemos para arreglar el desaguisado!
ResponderEliminarLo bueno es que la literatura ha demostrado lo fecundo que es el ser humano para la comunicación (no puedo evitar el ramalazo optimista).
No es cuestion de optimismo ni pesimismo. El tema es que estamos atrapados por palabras, símbolos e ideas que funcionan al modo agujero negro, separandonos de las cosas. La palabra chuletón no es un chuleton, pero a la neurona parece que le alimenta.
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