“Verdad
es el tipo de mentira sin la que una determinada clase de seres vivos no
podrían vivir. Lo que en última instancia decide siempre es el valor para la
vida.” (Verdad y mentira en sentido extramoral)
En esta definición
radica el vuelco y consiguiente crisis de la cultura occidental. En otras
palabras, la razón por la que Nietzsche puede ser inscrito entre los maestros
de la sospecha.
Nietzsche apuesta por la vida; frente al positivismo/materialismo, adopta la postura
del vitalismo: la vida es la esencia
de la realidad. Frente a ella, la razón paraliza la vida (resentimiento contra
la vida). La vida es “devenir”, no
ser estático; es impulso activo (positivo-afirmativo) + impulso reactivo
(crítico-destructivo); y es libre creación, superación, poder que se mueve en
el ámbito de lo imprevisible y del azar.
Hay dos tipos de
sistemas de valores: los conformes a la esencia de la vida (su propuesta) / los
contrarios a la misma (metafísica occidental).
Nietzsche
expone el nihilismo como postura ante la vida. Ahora bien, debe quedar claro
que existen dos tipos de nihilismo: el Nihilismo PASIVO, que es la pérdida de la
validez de los valores vigentes, “la ausencia de finalidad, meta y sentido”, es
la caída en la nada, en el vacío; y el ACTIVO, en el que se trata no sólo de
destruir los valores antiguos, tradicionales, sino de sustituirlos por otros
nuevos que se crean. A este último tipo le llama: transvaloración.
La esencia de la cultura occidental es nihilista porque:
No tenemos el más mínimo derecho a suponer un más allá o un en-sí de las cosas
que sea “divino”. La metafísica —que
ha marcado la cultura occidental— conduce a una situación nihilista; afirma que
lo verdaderamente ente está siempre más allá de lo aparente, hasta que se llega
a un momento en que se duda, se SOSPECHA de un más allá. El nihilismo es
así el proceso en el cual el supuesto mundo verdadero deja de ser considerado
fundamento del orden de las cosas (De cómo el mundo verdadero devino fábula).
La “voluntad de Verdad” = Voluntad
de NADA, en cuanto tal afirmación surgía del odio a la vida.
Su método genealógico sugiere ponerse al comienzo
para ver surgir los acontecimientos y su “Filosofía
del martillo” consiste en que la parte negadora del método, en la que se
trata de criticar para destruir la cultura occidental, debe completarse con la
parte afirmadora, es decir, la “filosofía vitalista”; son los ejes de su
pensamiento intempestivo.
Para explicar esto recurre a la mitología
griega: Apolo representa la cultura
occidental y Dionisos, la visión de
la vida. Son dos modos contrarios de entender la realidad en el “I Nietzsche”;
ahora bien, “el II Nietzsche” ya no es un dionisíaco (cambio de postura) puesto
que comprende que no se puede habitar la experiencia dionisíaca siempre, pues es
la del horror y la muerte; Apolo y Dionisos son la antístrofa el uno del otro.
La propuesta nietzscheana lucha contra el concepto pero a favor del ARTE. Todo acto racional constituye una
conducta que puede ser definida en términos de PRODUCCIÓN. Es dionisíaco porque tiene una voluntad creadora libre
de ataduras conceptuales pero también es apolíneo porque esa creación es
productiva. Dentro
del ámbito del lenguaje, el ser humano ha inventado una designación para
las cosas, por tanto, las ha hecho corresponder con unos conceptos convencionales y la gran mentira ha consistido en creerse
que con estos conceptos se capta la verdadera realidad del mundo, la vida (con
la razón no puede captarse la vida): La Gramática también ha muerto.
Por eso es necesario
revisar la conceptualización completa de Occidente, más allá de la “Gramática”.
Frente a aspectos concretos de la cultura
occidental actúa de la siguiente manera:
— la filosofía: desde Sócrates y
Platón ha caído en graves errores; en primer lugar, haber despreciado la
realidad sensible y cambiante, el devenir constante en que todo consiste, a
favor de una ontología de lo estático; en segundo lugar, haber inaugurado un
dualismo inexistente entre dos mundos contrarios: el sensible, es el no-ser, lo
aparente, falso y cambiante, y el inteligible, el verdadero; por ser inmutable
e imperecedero, es el verdadero “ser”. Contra ello, Nietzsche afirma que no se
puede huir de este mundo porque sea terrible e inventar otro que sea mejor,
perfecto.
— la Razón: es incapaz de
captar la vida y por eso debe ser despreciada: no entiende el devenir ni la
pluralidad. La razón debe ser sustituida por el instinto (“olfato”) que es el
que capta los valores creativos, la vida. Con ello pretende criticar a las
ciencias positivas: a la matematización de lo real. No ataca la ciencia en sí,
sino su metodología determinista.
— la religión: rechaza el
cristianismo en nombre de nuevos valores; no es ateísmo puesto que igualmente
se enfrenta al lenguaje o al Estado. La religión supone un antihumanismo; el
cristianismo es “la única gran maldición; la única gran corrupción interior”.
Cristo representa el hombre de instintos débiles, manso (el que termina por
caer en el nihilismo pasivo) Todo lo cual le conduce a una forma aparente de politeísmo:
“Los dioses han muerto... de risa al oír decir a uno de ellos que él era el
único dios”. En su libro llamado El Anticristo, Nietzsche
escribe sobre cómo la cristiandad se ha convertido en una ideología establecida
por instituciones como la Iglesia, y cómo las iglesias han fallado a la hora de
representar la vida de Jesús. Es importante, para él, distinguir entre la
religión de la cristiandad y la persona de Jesús. Nietzsche contrasta a los
cristianos con Jesús, a quien admiraba de gran modo. Argumenta que Jesús
transcendió las influencias morales de su tiempo creando su propio sistema de
valores; representaba un paso hacia el superhombre. Al final, Nietzsche clama
sin embargo que, en contraste con el superhombre que abraza la vida, Jesús
niega la realeza en favor de su «Reino de Dios». Por eso sentenció, en una de
sus frases más conocidas: "El último cristiano murió en la cruz",
refiriéndose a que nadie siguió las enseñanzas de Cristo, y que Pedro y los que
siguieron con la doctrina cristiana sólo hicieron negocio con la figura de
Cristo, por lo tanto, él ha sido el único cristiano.
— la moral: desaparece la
conciencia como ese conjunto de conocimientos superiores que nos dictan lo que
debemos hacer. Al ser inhibidos los instintos, se han quedado reprimidos; por
tanto, la conciencia no tiene un origen en las normas morales, ni en Dios: son
resultado de una represión. La moral occidental ha sido debilitadora de la
vida, es decir una Moral de esclavos. Ha de sustituirse por una “moral”
creativa, del superhombre: más allá del bien y del mal: “La moral es el odio de
los débiles frente a los fuertes” + “Cuando he dicho más allá del Bien y del
Mal, no he querido decir más allá de lo malo y de lo bueno.” Nietzsche pensaba que había dos clases de
hombres: los señores y los siervos, que han dado distinto sentido a la moral.
Para los señores, el binomio «bien-mal» equivale a «noble-despreciable».
Desprecian como malo todo aquello que es fruto de la cobardía, el temor, la
compasión, todo lo que es débil y disminuye el impulso vital. La moral de los
señores se basa en la fe en sí mismos, el orgullo propio. Por el
contrario, la moral de los siervos nace de los oprimidos y débiles, y comienza
por condenar los valores y las cualidades de los poderosos. Una vez denigrado
el poderío, el dominio, la gloria de los señores, el esclavo procede a decretar
como «buenas» las cualidades de los débiles: la compasión, el servicio —propios
del cristianismo—, la paciencia, la humildad. Los siervos inventan una moral
que haga más llevadera su condición de esclavos (alienación). Como tienen que
obedecer a los señores, los siervos dicen que la obediencia es buena y que el
orgullo es malo. Como los esclavos son débiles promueven valores como la
mansedumbre y la misericordia. Critican el egoísmo y la fuerza. Introdujo el
concepto clave del resentimiento como base de la moral del esclavo.
Llegados a este punto, Nietzsche propone una
síntesis alegórica de su pensamiento. Propone los siguientes momentos de la crisis
occidental a través de la metáfora de Así
habló Zaratustra:
—
El camello: simboliza la carga
que ha tenido que soportar esta cultura a lo largo del tiempo en lo que se
refiere a la metafísica y a la moral del “tú debes”.
—
El león: momento
aniquilador, nihilista pasivo; se da muerte a Dios.
“¿No oísteis hablar de aquel loco que en pleno
día corría por la plaza pública con una linterna encendida, gritando sin cesar:
“¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!”. Como estaban presentes muchos que no creían en
Dios, sus gritos provocaron la risa. [...] El loco se encaró con ellos, y
clavándoles la mirada, exclamó: ¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Le hemos
matado; vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos
podido hacerlo? ¿Cómo pudimos vaciar el mar? ¿Quién nos dio la esponja para
borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho después de desprender a la Tierra de la
órbita del sol? [...] ¿No caemos sin cesar? ¿No caemos hacia adelante, hacia
atrás, en todas direcciones? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿Flotamos en
una nada infinita? ¿Nos persigue el vacío [...]? ¿No hace más frío? ¿No veis de
continuo acercarse la noche, cada vez más cerrada? [...] ¡Dios ha muerto! [...]
¡Y nosotros le dimos muerte! ¡Cómo consolarnos nosotros, asesinos entre los
asesinos! Lo más sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo ha
teñido con su sangre nuestro cuchillo. ¿Quién borrará esa mancha de sangre?
¿Qué agua servirá para purificarnos? [...] La enormidad de este acto, ¿no es
demasiado grande para nosotros?”
Nietzsche en La Gaya ciencia.
Nietzsche
creía que esta muerte minaba los fundamentos de la moral y que acabaría por
desembocar en el más completo nihilismo y relativismo moral. Para evitar esto,
él creía en la transvaloración de los fundamentos de la moral para comprender
mejor los motivos y orígenes subyacentes de los primeros. De esta manera los
individuos podrían decidir por sí mismos si un valor moral es obsoleto o está
desviado por imposiciones culturales o quieren realmente tomar ese valor como
cierto.
— El niño: momento positivo, de feliz afirmación; constituye
la superación de la crisis de la cultura occidental; el niño no tiene
prejuicios y juega con la vida. El Niño representa el superhombre. Normalmente se traduce como «superhombre»; sin
embargo esta traducción es confusa ya que el prefijo alemán über
significa «superior» como adjetivo, o «sobre» (como el over inglés).
Además Mensch significa «humano», «persona», esto es, «hombre» en
términos de especie, el que presenciará el gran mediodía que representa el
último paso de superación del hombre moral, y la etapa final del nihilismo
activo.
Finalmente,
la solución nietzscheana va a radicar en la VOLUNTAD DE PODER concretada
en el ARTE (no wagneriano, no conceptual, pero sí –de algún modo– occidental).
A partir de la muerte
de Dios, caben dos posibilidades:
—
Nihilista pasiva: ante la muerte de
Dios se queda sin valores y se paraliza, es decir la voluntad de NADA;
—
Nihilista activa (niño): ante la
muerte de Dios se le abre el mundo entero de las posibilidades puesto que, libre
de las ataduras, asume la VOLUNTAD DE
PODER: “allí donde cae el Estado, mirad allí, hijos míos, porque ahí es donde
tienden los puentes hacia el superhombre.”
La VOLUNTAD DE PODER se define como el “deseo insaciable de mostrar
potencia, o empleo, ejercicio del poder, como instinto creador”. Lo que
caracteriza a la voluntad de poder es el poder porque el poder quiere la
voluntad. El poder puede quererlo todo, puede querer una ilusión o una ficción,
un error o una apariencia, es totalmente creador. La voluntad de poder es una
voluntad creadora, es la VOLUNTAD DE VIDA ETERNA… Pero entonces surge la intuición sublime del “eterno retorno”.
Al ser una voluntad
completa no puede basarse en un tiempo lineal, puesto que en él, el pasado ya
no es posible y el presente se agota a cada instante. La Intuición del ETERNO RETORNO (de LO mismo no de EL mismo) indica
que el tiempo es un círculo; querer el futuro es volver a querer lo pasado
puesto que todo ha existido ya; pero también, vivir el presente con voluntad de
poder es vivir la eternidad. Claro está, el progreso carece de sentido. Sólo de
esta manera se puede dominar lo existente, el devenir y se puede ser libre
(todo está a la mano): libertad material.
Nietzsche
menciona la idea de lo «horrible y paralizante» y también mantiene que la carga
de esta idea es el peso más pesado imaginable. El deseo del eterno retorno de
todos los eventos marcaría la afirmación de la vida definitiva. El Eterno
retorno cumple pues dos funciones en la filosofía de Nietzsche. La primera es
remarcar el amor a la vida. Los cristianos postulan un paraíso, Platón el mundo
de las ideas; Nietzsche dice que después está otra vez la tierra, el mundo:
porque no hay nada más. Por otro lado cumple una función ética. Quien acepta el
Eterno Retorno, se responsabiliza y acepta sus actos. Con el dolor que puedan
contraer, con el placer que puedan conllevar: no hay lugar para el
arrepentimiento.
En última instancia el modelo de la voluntad
de poder (que afirma la vida, el devenir) es el ARTE pues, ante todo, de lo que se trata en una civilización
inercial y detenida, es de abrir nuevas posibilidades, crear nuevas
perspectivas de desarrollo de la vida, y de que las posibilidades abiertas no
sean nunca clausuradoras de este devenir. Cuando nombras algo de manera
“verdadera” niegas las otras posibilidades; eso es lo que ha hecho hasta ahora
el pensamiento moderno. Se trata de introducir la nada en el interior del
concepto; es decir, no es que no haya que nombrar pero hay que hacerlo de tal
manera que otras múltiples definiciones puedan ser propuestas de manera
igualmente válida. Sólo a partir de aquí puede lograrse una civilización post-nihilista (pasiva).
Finalmente, la GRAN
POLÍTICA es la preparación, la superación (de la moral/política metafísica), el
adiestramiento (no la domesticación) del hombre hacia el superhombre, creador
eterno.
Nietzsche, que había colaborado
voluntariamente en la guerra franco-prusiana y que conoció personalmente a
Bismarck durante su época de profesor de filología en Basilea, se mostró
siempre crítico con el nacionalismo e imperialismo alemán. De hecho, criticó la
realidad misma del Estado, porque, según él, el Estado es un instrumento creado
por los “débiles” para protegerse y vengarse de los “fuertes”. Un
juicio igual de negativo merecen para Nietzsche los partidos políticos y los
procesos electorales, la democracia, en definitiva. A partir
de esta ambigua propuesta política se han vertido distintas opiniones. Pero son sus propias palabras las que deberían
alejar cualquier sospecha de simpatía hacia el nazismo:
"Nosotros no amamos a la humanidad,
pero también estamos muy lejos de ser lo bastante alemanes (en el sentido en
que hoy se emplea la palabra) para convertirnos en voceros del nacionalismo y
de los odios de razas, para regocijamos con las aversiones y el modo de hacerse
mala sangre los pueblos, a que se debe que en Europa se atrincheren unos contra
otros cual si quisieran separarse con cuarentenas. [...] Nosotros, los sin
patria, somos demasiado variados, demasiado mezclados de razas y de origen para
ser hombres modernos, y por consiguiente, nos sentimos muy poco inclinados a
participar en esa mentida admiración de sí mismas que hoy practican las razas y
en ese descaro con que hoy se ostenta en Alemania, a modo de escarapela, el
fanatismo germánico... " La gaya ciencia, § 377
Durante
el periodo entre guerras, muchos fragmentos del trabajo de Nietzsche fueron
apropiados por los nazis, principalmente por Bäumler en La voluntad de poder.
Durante el periodo de dominio nazi, las obras de Nietzsche fueron muy
estudiadas en los colegios y universidades alemanas. Los nazis creyeron ver en
Nietzsche a uno de los padres fundadores.