viernes, 8 de mayo de 2015

ACERCA DE LA POSTMODERNIDAD, LA FRENCH THEORY Y EL POSTUREO HOSTIL A LA CIENCIA Y A LA ILUSTRACIÓN



ACERCA DE LA POSTMODERNIDAD, LA FRENCH THEORY Y EL POSTUREO HOSTIL A LA CIENCIA Y A LA ILUSTRACIÓN
Chomsky, 1995

Ante la demanda de volver a la “teoría” y a la “filosofía”, Chomsky ataca el postureo pseudocientífico.

Frente a la “deconstrucción” de Derridà, argumenta que es un galimatías. Frente a la “Escuela de París” y los “cultos postmodernos” dice que no son capaces de explicar lo que afirman. Los intelectuales de izquierdas de antes hablaban para la clase obrera, ahora hablan entre ellos.




Para ejemplificar este distanciamiento de la postmodernidad, os propongo revisar el famoso caso Sokal, inmediatamente posterior a este artículo y absolutamente en la línea de Chomsky.
El “caso Sokal” (1996): este científico estadounidense publicó un artículo pseudocientífico en una revista postmoderna de estudios culturales (Social Text), en el que citaba a Chomsky, defendiendo una tesis disparatada: la gravedad cuántica es un constructo social (Transgredir los límites: Hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica). Tras pasar los filtros de publicación y ser reseñada en varias revistas especializadas, publicó un artículo autoinculpatorio -Imposturas intelectuales- advirtiendo que era una burda recopilación de argumentos tomados de aquí y de allá sin ningún criterio científico, y se armó el escándalo. Se trataba de demostrar que en el circuito postmoderno, cualquier cosa era bien recibida con tal de ser enrevesada y dar una sensación de relativismo.
Sin embargo, lejos de conseguir una aplastante victoria entre los intelectuales, le llovieron las críticas por parte de la academia. Fundamentalmente, Sokal había incumplido algunas normas básicas de la deontología comunicativa, que podríamos resumir en los principios de economía lógica de Grice, que implica un déficit comunicativo con responsabilidad moral (es decir, que si una de las partes no entiende bien el mensaje por razones ajenas a su voluntad, es responsabilidad del emisor insistir por otras vías hasta alcanzar la comunicación), y el principio de caridad de Davidson, en virtud del cual el receptor suple de hecho –y, en todo caso, debe suplir- las carencias que exhibe el emisor, restaurando o, si esto no es completamente posible, al menos interpretando en el mejor sentido, lo que ha sido objeto de la comunicación en el mensaje. De esta manera, la crítica puede producirse pero retrasándola al momento en que el mensaje ha sido restaurado.
Si analizamos desde esta óptica el artículo de Sokal, resulta evidente que se trata de una imitación de una forma de filosofía pragmatista que, interpretándola caritativamente, resulta suficientemente coherente (Al margen de que el artículo posterior, Imposturas intelectuales, es una prueba de su desconocimiento de lo que él llama epistemología postmoderna). Por tanto, no es tan raro que el artículo pasara los filtros y, de la misma manera, deberían ser leídos los textos postmodernos.
Si así se hiciera, sería fácil interpretar que la postmodernidad es un cambio en el enfoque cultural hacia una negación de la identidad y a favor de la PLURALIDAD, y no un defensa débil del “todo vale” relativista. La interpretación, en fin, no es carencia de verdad sino ampliar los límites del concepto.

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